- Cásate conmigo Shally Northom.
Fueron
sus palabras un susurro que mecido por el viento topó con el lóbulo
de su oreja izquierda, y allí donde su rosada piel formaba el meato
auditivo las vocales se hicieron con el control de sus sentidos, y
el cuerpo de Shally se tambaleó ligeramente hacia un lado y después
en sentido contrario. Su confusa mirada avivó en John la llama de la
pasión, y donde los besos se habían quedado apartados retomó el
camino de vuelta para recuperarlos.
- Cásate conmigo. - Y tras deslizar la punta de su nariz por la sonrojada mejilla de Shally, John añadió. - Porque eres la primera mujer en mi vida que hace que ésta tenga sentido. - Y sus labios se quedaron pegados en su boca entreabierta. - Porque cuando estoy a tu lado no tengo necesidad de explicar cómo me siento porque tú ya lo sabes. - Hundió su boca e inclinó sus cuerpos para profundizar en su beso y hacerlo más suyo y personal. - Shally Northom, quiero casarme contigo, ahora mismo, en este preciso momento, en este lugar, en este mismo instante donde nada podría fallar.
Shally
pasó las yemas de sus dedos por el rostro de John, allí donde el
vello no cubría sus facciones, donde el paso del tiempo había
dejado sus huellas en forma de arrugas. Hubiera sido fácil asentir
con la cabeza y dejar escapar una o dos lágrimas o quizás alguna
más motivadas por la emoción que siente cualquier mujer a la que
aman de verdad. Pero ella temía más a las dudas que a los hechos;
John era muy bueno, quizás demasiado, y aunque le hubiese gustado
decir el “sí quiero” sin dudarlo, guardó silencio y siguió
mirándole sin decirle nada.
- Dudas, amor. - Y su rostro quedó hundido en su cuello, donde la punta de su nariz se perdió en el aroma de su fragancia y la inexpresiva mirada de Shally apuntó hacia el cielo queriendo saber por qué no podía darle una respuesta inmediata. - Quizás. - Susurró brevemente. - Eso suena a algo bueno para mí, ¿no crees?
Estuvieron
sin mirarse a la cara durante varios minutos después de aquellas
palabras, pero sus cuerpos seguían tocándose a pesar de que sus
emociones hablaban por ellos. Los brazos de John comenzaron a ser
molestos, la tirantez de que ejercían en sus caderas la
imposibilitaban para cambiar de postura y aunque quiso pedirle que
relajase su abrazo Shally no se atrevió a emitir palabra alguna.
Y
bajo un cielo estrellado, donde nadie podía verles, se sintieron
observados por todo el universo con sus pequeños ojos: brillantes,
blanquecinos y parpadeantes, pensando en su futuro aún sin escribir,
y John supo que la estaba perdiendo, pero la necesitaba en su vida de
una manera que para ambos resultaba asfixiante.
- Sí. Yo... - La voz de Shally parecía inquieta, pero finalmente pudo terminar aquella molesta frase a la que tanto le costaba dar forma. - Me casaré contigo.
Akasha
Valentine © 2014 Cartas a mi ciudad de Nashville. Todos los derechos
reservados.
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